Mucho calor, fuentes, pérgolas y ¡helados!

Después de un largo tiempo de letargo e inactividad les queremos traer una de esas historias, que por su polémica y trascendencia anecdótica, no merecen permanecer en el oscuro pozo del olvido.
   
Muchos de vosotros aún recordarán aquella tarrina de helado que emulaba con sus formas un simpático y sonriente Curro. Un producto, que incluso, aún podíamos encontrar en muchos establecimientos hasta bien entrada la década de los noventa. Este helado-souvenir fue el periférico ideado por la heladera La Ibense Bornay para abanderar su periplo empresarial en la Exposición Universal de Sevilla de 1992.


  Varios trabajadores de La Ibense frente a uno de sus quioscos (entre ellos Alberto Martínez, Coordinador de la empresa durante la Expo)
Desde un primer momento, la Sociedad Estatal Expo’92 tenía especial interés en mitigar a cualquier precio las altas temperaturas que se llegaban a alcanzar en nuestra ciudad en los meses de verano. Para ello, fueron ideadas numerosas estrategias de control bioclimático, tales como las técnicas de microclima o el ya conocido Proyecto pérgolas.
    
Se antojaba fundamental incluir entre las empresas de carácter hostelero una o varias heladerías, haciendo lo más agradable posible la visita al recinto y combatiendo una vez más al ya conocido enemigo, las inaguantables temperaturas.

Así comenzaría la andadura de La Ibense en Expo’92,  que por aquellas fechas ya estaba consolidada como una de las heladeras más importantes de nuestra región.

La preferencia dada por la organizadora a empresas con sede en Andalucía fue lo que atrajo a Carlos Bornay, un valenciano afincado en la localidad gaditana de Sanlúcar de Barrameda, para convertir su negocio familiar en heladería oficial de la Muestra Universal.

                                     Uno de los numerosos carrillos que se ubicaron en el recinto.

La Ibense se convertía así en proveedor oficial y exclusivo de helados y granizadas en los espacios públicos del recinto expositivo, no afectando esta normativa a los establecimientos ubicados en el interior de los pabellones. Un acuerdo que a la postre se quebrantaría, dando así lugar al tan sonado pleito entre la heladera y la Sociedad Estatal, que terminó finalmente ganando en los juzgados la empresa sanluqueña. De no haber sido así,  La Ibense hoy no existiría.

La actividad de La Ibense Bornay en el recinto de la Isla de la Cartuja data de meses anteriores a la inauguración, surtiendo ya de helados a los visitantes, que con la idea del “no se llegará a tiempo”, acudían en masa al recinto semanas antes del inicio de la muestra.

Durante los seis meses la heladera articuló sus puntos de venta utilizando varios módulos-expo cedidos por la organizadora, trasladando desde Sanlúcar dos grandes kioskos y varios carrillos, los cuales se se ubicaron en sitios estratégicos cercanos a las inmediaciones del Lago de España.


                                      Helado Curro (Foto cortesía de la twittera Cristina Lobillo).

Para Bornay era ensencial asociar de alguna forma su producto con la imagen de Expo’92, ideándose varios proyectos de helados-expo. Así se comercializó finalmente la ya mencionada Tarrina-curro en detrimento de otros proyectos fallidos. Entre los diseños que nunca vieron la luz se encontraba un helado al cual se quería dotar con forma del Cohete Ariane IV,  atractivo visual del recinto, e incluso una tarrina en forma de pez para el Restaurante La Dorada, sito en el Pabellón de la Navegación.

El paso de La Ibense Bornay por Expo’92 no pasó desapercibida para los puntos de restauración internacionales que los numerosos países ubicaron en el recinto expositivo. Pronto,  sus dirigentes contactarían con la heladera española demandando productos de sabores desconocidos y nunca comercializados en nuestro país. Por ejemplo, gracias a la colaboración del Pabellón de Japón, La Ibense fabricaría el desconocido por entonces helado de té, o la gran demanda realizada por trabajadores sudamericanos dio lugar a la creación de helado de diferentes frutas exóticas, utilizando para ello su pulpa natural.

 Anuncio de despedida de La Ibense tras la clausura.


En definitiva, exceptuando el fatídico hecho judicial producto de la venta no autorizada de granizadas por parte de otras empresas extranjeras en el recinto, la experiencia del emprendedor valenciano en la Exposición Universal fue positiva. Gracias en parte a Expo’92 La Ibense Bornay continuaría creciendo durante los siguientes años, abriendo nuevos puntos de venta en diferentes localidades andaluzas, potenciando su gama de productos y mejorando sus relaciones de exportación a nuevos destinos.



Agradecemos la colaboración absoluta en este pequeño reportaje de D. Alberto Martínez, Coordinador de La Ibense Bornay en Expo'92.

2 comentarios:

Marta dijo...

Qué ilusión me ha hecho leer este artículo. Recuerdo que en una de las múltples visitas de niña a la Expo me compré el helado de Curro, y descubrí que quitándole la cresta quedaba una ranura, con lo cual pensé que se podía utilizar a modo de hucha. Metí una moneda, y luego me percaté de que no podría sacarla. Al intentar con un cuchillo recuperarla me hice un corte en el dedo. Que tiempos aquellos. Magnífico el blog.

Juan Carlos Garcia De Bock dijo...

Me alegra que te guste Marta. Desde aquí sigo aportando cosas sobre la Exposición.

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